domingo, 21 de junio de 2015

Tal como Zipi y Zape

¿Qué es lo mejor que le puedes regalar a una persona?

Recuerdo como conocí a mi mejor amiga.
Fue una situación extraña, entre la vergüenza y el azar, podríamos decir que quizás fue el destino, pero lo que está claro es que
desde entonces nos unimos cada vez más.

¡Y cuántas aventuras hemos vivido a partir de ahí! Ni si quiera recuerdo cuál fue la primera vez que salimos juntas, pero si que sé que han sido demasiadas como para contarlas.

Desde horas muertas hablando en una cafetería, hasta horas paseando por los centros comerciales buscando una camiseta o un pantalón inexistente. Incluso excursiones que a cualquier otra persona les parecería una locura. Con ella es imposible aburrirte o quedarte sin tema de conversación. 

Siempre está el cine para amenizar las tardes, las grandes comilonas para cuando supera el estrés,  y las compras o los buenos bailes para cuando el buen humor llama a la puerta. Y sino, ni si quiera eso, basta con tener un rato para hablar aunque sea por un medio virtual. Tardes mandando notas de voz o escribiéndole ininterrumpidamente mensajes.

Porque con ella puedo bailar y cantar, llorar y reír, saltar o hacer la croqueta por mitad de un acolchado. Confíe en ella, y ella confió en mi, y puedo decir que se convirtió en parte de mi vida de una forma veloz y casi sin darme cuenta.

Poco a poco nos hemos ido uniendo más, creando unos lazos que hoy son casi imposible de romper. 

Con mil cosas en común y otras mil que nos hacen totalmente diferentes, casi complementarias, y por eso podríamos que decir que juntas hemos aprendido, y no me refiero sólo en clase, sino también en el ámbito vivencial. 

Que con ella puedo hablar de cualquier cosa, puedo decirle cualquier pensamiento que se me ocurra y puedo experimentar cualquier comida extraña.

¿Habéis comido arroz con hojas de hierbas? ¿Churros mojados en batido de chocolate? ¿Hamburguesas empanadas? Nada mejor que hacer todo eso con alguien que pase lo que pase no te juzgará.

Como si fuéramos de la misma familia, pasamos horas y horas juntas, no sólo físicamente, si no virtualmente a todas horas y en casi contacto continuó. Bailando en el salón de tu casa y dándoles patadas al aire, o salseando en mi salón, pero juntas.

Alguien con quien sabes que puedes contar, que nunca le fallarás ni tu a ella, porque en el fondo os respetáis y os entendéis con vuestros defectos y virtudes, porque gracias a todos los momentos que habéis pasado juntas os conocéis y a veces sobran las palabras.

Y es que lo mejor que le puedes regalar a una persona es tiempo, y gracias a ello se ha convertido en mi mejor amiga, por todo lo vivido y todo lo que nos queda por vivir, porque el tiempo es oro y hemos querido compartirlo, somos ricas en ese sentido.
 
Por muchos kilómetros o tiempo que pase, nada cambiará el hecho de que las buenas amigas tienen que ser una prioridad en la vida.

Esa es la suerte de tener una amiga como tú.



sábado, 20 de junio de 2015

Alas Doradas.

Cuenta la leyenda, que hace muchos años, existía una región llamada Averageland, donde residía uno de los mejores Juglares de la época medieval. 

Su nombre, desconocido para todos nosotros, era alabado por los niños y las señoras de los diferentes pueblos. En su carroza, viajaba por diferentes lares, intentando transmitir las aventuras de los caballeros más valientes del reino.
- ¡Atención señoras y niños, no dejéis escapar esta oportunidad, vuestro Juglar favorito ha llegado para contaros las hazañas de los armados y atenuantes caballeros que defienden nuestras tierras!- Alardeaba siempre para captar a su público.
Dicen que una de las historias que le concedió la fama, fue la de aquel extrovertido escudero, que sin pena ni gloria tuvo un paso fugaz por la realeza. 

"Imagináos señoras al más apuesto caballero que se os presente en vuestras cabezas. Armaduras, espadas, riquezas, oro,... ahora pensad en su  escudero, presa del miedo, endeble, una vulgar rata de cloaca, que sin hacer nada más que cargar espadas, tiene una vida similar a la de su amo. Pues bien mis amadas señoritas, este hombre fue el que consiguió que todos nosotros sigamos con vida y que no hayan acabado desposadas por hombres infames. 

Era un día fúnebre en el Castillo de Don Juan. Su hijo menor, Don Julián había fallecido en una batalla de honor. Solo le quedaban sus tres hijas que además eran el motivo de la deshonra. Semanas antes habían conocido a unos simples campesinos de tierras extrañas y habían decidido marchar con ellos. Don Julián al enterarse, lo dejó todo y fue en busca de sus hermanas para salvaguardar la reputación familiar. 

¡Qué deshonra, qué osadía! Esos simples campesinos escondían un secreto, y mataron a nuestro osado caballero. Don Juan estaba completamente desarmado, no tenía fuerzas para seguir, sabía que su fin se acercaba y dejaría sin nada a sus preciosas hijas y su acomodada mujer. En ese momento un infame escudero, enamorado de Marina, una de las hijas de su amo, decidió que tenía la solución.

- Yo me casaré con ella - Sugirió con voz neutral Henri. -  Sé que aquí solo soy un simple mandatario, pero puedo limpiar su honor, y ayudarle a mantener a su familia. Cuando llegué de mi país, ustedes fueron los únicos que me acogieron y me dieron comida y alojamiento, estoy en deuda con vuestra merced.




- ¡Eso es una locura! - Aclamó la señora de la casa - Ninguna hija mía se desposará con un humilde criado.

- Mujer eso no lo decide usted -  sentenció Don Juan. Sabía que sus hijas no podrían tener otra oportunidad, necesitaba un hombre que las protegiera y les diera cobijo cuando el ya no estuviera en el mundo. - Está bien muchacho, pero antes tendrás que demostrar tu hombría y ganarte el título de caballero que merecerías. Debes lograr lo que mi hijo no pudo. Ahora márchese y vuelva antes de que el sol se esconda tras la montaña una tercera vez, sino le daremos por muerto, y nunca cumplirá su objetivo.

Decidido a ponerse manos a la obra, Henri cabalgó hasta unas tierras desconocidas sin saber que encontraría tras la montaña. Solo llevaba un caballo prestado, un viejo y estropeado escudo y una espada afilada por él mismo la mañana anterior. Tenía nociones básicas de caza y de lucha después de tantos años de escudero, pero aun así, estaba atemorizado por no saber que se encontraría.

Lo primero que escuchó fue un rugido proveniente de las altas montañas rocosas. Se bajó de Moisés,  caballo que le habían encomendado y desenvainó su espada. En la mano izquierda sostuvo el escudo como bien aprendió en la escolanía.

De repente, miró bajo la mirada hacia sus pies y descubrió que en el charco de agua que se encontraba allí, se reflejaba una extraña figura con alas doradas. Nuestro perspicaz Henri, colocó su escudo en la cabeza, como un pequeño llorón atemorizado, mientras ese ser espantoso volaba velozmente hacia él, arañando el acero que cubría a su objetivo.

Volvió a subir alto, y emprendió un nuevo ataque con sus uñas afiladas como arma letal. Esta vez Henri no solo se cubrió, sino que intentó rozar las patas de la criatura voladora con su espada, intentando causarle algún estrago.

El extraño ser lanzó un grito ahogado, abriendo la boca hacia su anterior presa y mostrando unos dientes blancos y maldecidos, con una lengua en forma de serpiente envenenada. Salió corriendo en dirección contraria, dejando a Henri exhalando fuertemente aire en el suelo.

Se levantó como pudo una vez que la bestia inmunda se marchó, y recogió una especie de escama triangular que le había arrancado de sus extremidades inferiores. Miró su antiguo e infame escudo, el cual no tenía ni un solo arañazo, como si de un objeto sagrado se tratase. Intentó ver si la escama era lo suficientemente dura como para causarle daños a sus armas, y rozó con ella su piel, abriéndose una pequeña brecha en el dedo central, mientras que por más que intentaba arañar su escudo, la brecha se habría y desaparecía al instante.

Estaba claro que alguna bruja de las que, de vez en cuando, su amo contrataba para realizar encantamientos, había embrujado su escudo para que fuera mágico y protector. Se sentía con más fuerza para encauzar su camino. Se giró para subirse a Moisés, pero alicaído, el caballo estaba  desangrándose en el suelo.

El horrible engendro volador le había clavado sus horrorosas uñas en una de sus bajadas a la tierra, y él, ni si quiera se había dado cuenta. Henri tuvo que continuar su camino a pie. Miró hacia la montaña y vio que el sol se escondía tras ella, tendría que adelantarse o no cumpliría su objetivo.

Pasó toda la noche caminando, sin soltar el escudo en ningún momento, de vez en cuando se acercaba por el bosque a los riachuelos para mojar sus labios en el dulce néctar que era el agua para él. Cuando tuvo hambre, cazó algún que otro animal, y fabricando fuego con los palos, como sus ancestros le habían enseñado, almorzó sin más miramiento.

Al amanecer, había llegado a los campos silvestres. Miles de criaturas espantosas como la que ayer le atacaron surcaban el cielo con los campesinos subidos en sus lomos. Y los vio, allí estaban los tres espantosos campesinos que había manchado el honor de su futura familia. Envainó su espada con furia y se lanzó corriendo cuesta abajo contra uno de ellos.

El primer campesino, bajito y con risueña sonrisa, andaba contando hazañas de como conquistaba a las murjerzuelas del lugar. Henri, sin que él se lo esperaba, clavó su espada por la espalda, sacándola lentamente para que sufriera cada parte de su piel - Sucia rata inmunda - le susurraba al oído mientras los ojos de su víctima perdían el color propio de la vida.

Los demás empezaron a asustarse, intentaron batir a Henri todos a la vez, pero al rededor de él, un aura de color dorado se formó proveniente de su escudo, y por más que intentaban clavarle dagas, espadas y flechas, nada traspasaba esa fuerza invisible. Las criaturas voladoras empezaron a acercarse lentamente hacia la tierra, chillando ruinmente y causando un dolor de oídos insoportable para los humanos.

Henri empezó a sangrar fuertemente por uno de sus conductos auditivos, pero eso no le impidió seguir luchando contra aquellos seres despreciables que se hacían llamar humanos, pero que manchaban el honor de las mujeres de su tierra. Uno a uno fue envolviéndolos con el suave tacto de su espada. Algunos eran simples heridas que los dejaban desangrándose fríamente en el suelo, otros eran cortes en el cuello que los hacían morir a los pocos instantes, y unos pocos fueron golpes directos en el corazón.

Se desenvolvía con la gracia y la elegancia de un caballero de la corte real, sus golpes eran suecos y no apartaba la mirada de sus víctimas, mientras que a él nadie podía tocarle. Dejó lo mejor para el final, los dos últimos supervivientes eran los malvados amantes de las señoritas de su castillo. Para ellos tuvo un final mejor. Los encadenó a un poste y decidió dejarlos allí, desangrados por las muñecas y listos para morir de hambre y deshidratación. Por mucho que chillaran nunca les encontrarían.

Las bestias voladoras seguían chillando por el suelo. Henri alzó su arma al cielo haciendo que el sol se reflejara en ella, y al igual que ocurrió cuando subió su escudo, los horripilantes animales bajaron para intentar hacerle daño. La fuerza de su escudo cada vez era mayor y hacía que las criaturas revotasen contra él, cayendo al suelo directamente. Cogió el cajaz y las flechas de uno de los campesinos que yacían en el suelo y las empezó a lanzar contra los bichos gigantes sin parar, dejándolos muertos al instante. Se oían los chillidos de dolor de aquellos monstruos del infierno, pero poco a poco se iban apagando dejando un silencio ensordecedor. Solo uno de ellos decidió no bajar hacia la tierra, se fue volando en dirección contraria. Henri lo reconoció enseguida, era el mismo que le había atacado en el bosque. Lo supo cuando vio sus alas doradas.

Henri con más valor y energía que nunca, vio como por segunda vez, el sol se escondía por la montaña y decidió que era hora de regresar. Lanzó una última mirada a esos Seres despreciables que había encadenado, y vio como daban sus últimos suspiros. Se giró engrandecido por su triunfo, y cortó la pata de una de las bestias para llevarla como presente a su nuevo hogar antes de ser coronado como Lord Henri y desposar honradamente a su amada Marina"

Y os preguntaréis, ¿cómo conozco yo a este viejo Juglar que caminaba de pueblo en pueblo hace tantísimos años?  Pues la verdad es que no lo sé ciertamente, al igual que no sé quién soy yo, si aquel juglar con cascabeles en las puntas de su gorro o simplemente el escudero que gracias a un escudo embrujado consiguió convertirse en Lord, lo único que sé es que mi alma vuela libre como aquel dragón infernal al que no lograron derrotar.


martes, 16 de junio de 2015

Carta a todos aquellos que persiguen sus sueños.

Queridos amigos,
 
¿Cuántas veces hemos luchado por lo imposible consiguiendo lo que pensábamos que nunca íbamos a lograr? ¿Cuántas veces hemos superado nuestros miedos haciéndoles frente?. Es cierto que a veces nos equivocamos, cometemos errores, o incluso nos desesperamos y tiramos la toalla. 

Pero en la vida diaria una retirada a tiempo NUNCA es una Victoria. Tienes que intentarlo hasta el último minuto, hasta que tus fuerzas verdaderamente no puedan más. No se trata de cansarte a cosa hecha dejando que el tiempo que has invertido quede perdido; se trata de tener fuerza de voluntad, querer trabajar por lo que te gusta y ser consciente del esfuerzo que conlleva.

Somos Seres Humanos, estamos preparados para la batalla diaria, para conseguir todo lo que nos propongamos, para lograr que nuestro organismo sufra un chute de adrenalina y hacer aquello que deseamos realmente con el corazón. 

Cosas más difíciles que parecían subrealistas totalmente han pasado para que ahora a nosotros nos puedan los problemas más cotidianos del día a día. Conocemos el fantástico caso de una mujer que salvó a su hijo de morir aplastado por un coche, ¡Nada más y nada menos que levantándolo!, todas aquellas personas que retan a los médicos cuando les dicen "le queda un par de meses de vida" y hacen de su corazón un puño de hierro llegando a vivir más que los que aparentemente estaban sanos.

Nunca subestimes el poder de la mente, nunca pretendas hacerte creer a ti mismo que no puedes lograr algo, porque entonces nunca lo harás, como si de una profecía autocumplida se tratase.

Pensad que el tiempo pases luchando por tus intereses no será tiempo perdido, sino tiempo invertido, porque aunque al final te pueda la vida y no logres conseguirlo, habrás sacado algo de provecho para ti mismo, algo por lo que sonreír, o algo que en un futuro hará sonreír a los demás.

En esta vida hay que tener actitud, ante los problemas, ante las situaciones complicadas, ante el día a día y ese estrés que nos mata por dentro. Porque si yo puedo, tu puedes; y si tu puedes, el puede. Nunca te rindas ante tus sueños, por mucho que la gente intente echarte hacia abajo.

¿Qué hubiera pasado si los grandes inventores, revolucionarios, genios,... de los siglos pasados se hubieran rendido al primer fracaso? Aún seguiríamos viviendo en la ignorancia, pensando que la tierra era cuadrada e incluso luchando guerrillas diarias para conseguir un poco de pan. Tú puedes ser uno de ellos, tu puedes cambiar el mundo o tu mundo que ya es bastante. 


Recuerda: ¡A por ello! 

domingo, 14 de junio de 2015

Ensalada de frutas

Su problema principal es que no sabía elegir. Es como cuando se hace una ensalada de frutas. Coge una pera, una manzana, un plátano, fresas,... al final acaba con todo el cajón vaciado en la licuadora, y lo peor es que después no puede terminárselo.

Jorge lo sabía cuando empezó a salir con ella. "Aún así, es muy dulce, quiero darle una oportunidad, ¿qué es lo peor que puede pasar?" Me comentó a la salida de clase. Claro, yo no quise contestarle. 

Desde luego Adela era una niña muy bonita. Su piel blanca resplandecía ante el sol  y sus ojos parecían un reflejo del cielo. Era dificil no fijarse en su perfecta dentadura. Tan complicado como no enamorarse al contemplarla.

La había visto vestida de todas las formas posibles. Una vez recuerdo que se puso una camisa rosa con un pantalón rojo, su explicación fue algo así como que "los dos colores me encantan, y no podía remediarlo". Otras veces llevaba camisetas de verano y un abrigo de pelo puesto encima.  Decía que así su ropa no se sentía discriminada, que se la ponía toda por igual.

Yo sufría por ella, ...tenía que ser tan duro no poder escoger nada en la vida. Ese es el problema de poder tenerlo todo, que a veces se te olvida lo que es vivir sin nada.

Recuerdo el día de su primera ruptura. Cuando él vino a mi casa llorando con la cara amarilla, como un plátano descolorido. "Ha estado con otro. Dice que no puede escoger, que nos ama a ambos." ¿A caso se puede amar a dos personas? Compartí el dolor plenamente con él, hasta un punto que nadie se imagina.

No pude hacer nada más que consolarle a plena vista, decirle que ella se aclararía, aunque sabía que era mentira. Realmente esa fue la peor de todas las veces, tanto para él como para mi, pero Jorge acabó acostumbrándose. Empezaron a compartir momentos los tres. El plátano de cara alicaída y la manzana color verde esperanza juntos con la niña de ojos color cielo.

¿No os he hablado de la manzana verdad? La manzana es una fruta un poco agridulce. Una fruta aburrida y clásica. Aquella fruta que en cualquier época del año puedes comer, de la que te puedes hartar, la que está en el cajón siempre que quieras. 

Así soy yo. Siempre enamorado de Adela, aunque sabía que nos tenía a los dos. Jorge y yo. Claro que él no lo sabía. Pero ¿qué iba a esperar? 

Juntos somos su ensalada perfecta. Yo tan enamorado de ella que siempre me tendrá. Jorge y una tristeza permanente que le hace sufrir cada vez que ella me besa. Y ella... tan complaciente, tan gentil, tan inaccesible y accesible a la vez. 
Juntos somos la ensalada de frutas perfectas.

jueves, 11 de junio de 2015

Aceitunas



Recuerdo cada uno de los momentos a su lado como los hubiese vivido ayer mismo. Cada palabra, cada gesto, e incluso cada pelea hacían que me enamorase aún más de él.

Si pienso en cuando nos conocimos, no puedo evitar darme cuenta de la importancia que tienen unos simples minutos en la vida. Como un simple segundo, como una sola acción puede cambiarlo todo, para bien o para mal.

Quizás fue porque llegó en el momento idóneo, o simplemente fue porque el destino quiso que ocurriera. Porque como un libro escrito,  la última página contenía tu nombre. Pero lo cierto es que me cambió la vida a mejor.

Creo que debería empezar por el principio. Quiero hablar de cómo me sentí, rectifico, de cómo me siento cada vez que lo miro.

Si me concentro bien, aún me llega el fuerte olor a banco recién barnizado. Yo estaba tranquilamente hablando, a la sombra de un olivo cuando noté como una aceituna chocaba contra mi cabeza.

Al principio quise pensar que había sido el viento la que la había tirado de su rama original. Pero pronto cayó otra, y después otra y otra.  Empecé a escuchar unas risas provenientes de detrás. Nunca he tenido un buen carácter, ni si quiera ahora con mi avanzada edad. Hice alarde de ello y comencé a chillar alarmada. Me giré presa de la furia al pensar que se reían de mí.

Y entonces lo vi. Sus ojos color aceituna me cautivaron enormemente, por un momento olvidé toda la furia que sentía en mi interior.

No era la primera vez que lo veía, pero quizás si era la primera vez que note a mi corazón bombear con tanta fuerza. Mis mejillas se tornaron de un color rojizo, me costaba mantenerle la mirada. La realidad era que estaba especialmente guapo. El sol acrecentaba las fracciones de su cara, remarcaba el brillo de sus ojos y daba un toque de luz a su cabello.

Guardaré toda mi vida la imagen de ese momento. Subí las escaleras esperando hundirme entre sus brazos, pero era pronto. Sólo nos habíamos visto un par de veces, y yo no era más que una simple niña para él.

Puede parecer una bobada, pero creo que fue con diferencia el día más importante de mi vida. Realmente no ocurrió nada, él siguió su camino y yo el mío, pero pronto volvieron a entrecruzarse. Gracias a esa pequeña aceituna, me di cuenta de que sabía quién era, y que aunque fuera para chincharme, mostraba una atención especial en mí.

Ahí comenzó nuestra historia, podría contarla capítulo a capítulo, pero realmente eso no es lo importante. Lo importante es que seguimos aquí, esta vez a la sombra de un porche, y desde hace más de treinta años camino cogida de su mano.

Todas las historias tienen un final, y esta por supuesto no será menos que las demás, pero lo que las diferencia del resto, es que nuestro final será exactamente igual que el principio, porque tengo la certeza de que este anciano hombre, con canas aflorando en cada parte de su piel, y con la cabeza hundida entre los hombros, acabará a mi lado cada uno de los días de su vida.


Porque lo nuestro es así, recuérdalo, tú para mí, y yo para ti,… 

miércoles, 10 de junio de 2015

Alas de Ángel



Cuando me desperté no supe por qué razón mi cuerpo se tambaleaba tanto. Noté que mis piernas flotaban sobre una agradable nube que cubría el cielo. 

"Extraña sensación esta de ser un ángel" pensé mientras tocaba con mis suaves manos las puntas de mis nuevas alas. 

Un traje azul me cubría hasta la parte más oculta de mí ser. Extremadamente pegado, tanto que me incomodaba. Intenté volar, pero fracase cual cervatillo que no es capaz de echar a andar sin el apoyo de su madre. 

Oh,... ¡mi dulce madre! ¿Qué estaría haciendo ahora sin mí? No quería ser egocéntrica, pero sabía que yo era lo único que mantenía a mamá feliz. Después de la marcha de papá se quedó extremadamente desolada, y solo gracias a mi supo sobrellevar aquel dolor.

Necesitaba salir de allí, necesitaba volar para volver a la tierra, decirles a todos que estaba bien, que aunque no iba a volver jamás, era feliz saltando por las nubes. Pero… ¿cómo podría hacerlo? ¿Cómo podría volar hasta allí abajo?

Entonces apareció él. Su cabellera rubia se movía al son del viento. Aquí, en el cielo estamos lejos de las tormentas y de todos los fenómenos desagradables, pero sí hay una cierta brisa que nos permite respirar a pleno pulmón sin sentirnos asfixiados por el calor de la estratosfera. 

Puedo ayudarte ¿Quieres? – Reconocí su voz, no había cambiado ni un simple ápice. Anduve hasta él intentando no caerme, al llegar lo abracé con fuerza. Era un ángel. Siempre lo supe. No podía ser de otra manera, fue tan bueno durante su estancia en la tierra, que era una locura pensar que acabaría en cualquier otro lugar. 

Me enseñó a abrir las alas lentamente. Notaba como colocaba su mano en mi cintura. Sentía su respiración acompasada detrás de mí. Dicen que los ángeles son seres asexuales pero, no sé si era porque yo acababa de llegar, o simplemente por el recuerdo que su boca me producía de cuando estábamos en aquella cama con tan solo diecisiete años, pero yo sentía mi sexualidad más marcada que nunca.

Con fuerza y valentía logré controlar el vuelo, al mismo tiempo que me enamoré de él de nuevo. Era un avance totalmente proporcional, cuanto más aprendía a volar, más loca de amor me volvía.

Recuerdo aquel día en que me besó por primera vez, no pude evitar llorar al pensar en nuestro último beso. Al irse de aquella fiesta en la que yo decidí quedarme, un conductor ebrio chocó contra su coche. Nunca llegué a perdonarme el haberlo dejado irse sólo. Nunca pude olvidar el último "adiós" que me dijo al despedirse de mí.

No llevaba la cuenta del tiempo que pasó, simplemente un día recordé por qué quise aprender a volar. Tenía que visitar a mi familia y a mis amigos, tenía que anunciarles que era feliz, que volvía a estar con Carlos, y que les esperaría en un futuro lejano.

Bajamos a la tierra volando con cuidado. Aún no me acostumbraba a sentir el viento rozando mis alas. Era una sensación extraordinaria. Me fascinaba acercarme mucho al agua y rozar con la punta de los dedos la superficie. Me veía tan bonita cogida de su mano… era más feliz incluso que cuando estaba viva.


Al llegar, observé como mi casa estaba vacía. Carlos y yo recorrimos todo el pueblo, pero no encontramos a nadie conocido. 


No están… – mi suspiro aguantaba las ganas de llorar, lástima que los ángeles no tengamos esa maldita capacidad.

Era de esperar. – Esa sentencia me dolió en el corazón. ¿Por qué? ¿Dónde estaban? ¿Cuánto tiempo había pasado? Sencillamente le miré con cara de extrañada, como un perro que no entiende la última orden de su amo. – Elisse,… nunca te preguntaste por qué estás aquí. Nunca quisiste saber la razón de tu muerte, nunca pensaste en ti. Siempre dedicaste tu vida a los demás, al igual que yo, y eso hizo de los seres de tu alrededor unas personas egoístas, acostumbradas a que dieras todo por ellas, y al final, tras un largo periodo de tiempo, cuando su hora llegó, no tenían ningún motivo para convertirse en ángeles. Créeme ninguno ha pensado ni un momento en ti, ninguno ha mirado tu foto por última vez, ninguno ha querido que volvieras a estar con ellos. Solamente necesitaban tus acciones y tus bonanzas, tus favores a altas horas de la noche, pero ni por un solo minuto pensaron en tus sentimientos o tu corazón.

Ese fue el día en el que mi vida cambió. Me di cuenta de la maldad que tiene la gente, de la influencia que ejercen sobre mí. Intenté cambiarlo y ahora soy un ser egoísta y corrompido por dentro. Mi interior al igual que mis ásperas y doloridas alas, son de un color más oscuro que el mismísimo cosmos. 

No he vuelto a sonreír ni a ser feliz. Ya no puedo surcar por el agua, me sienta como un vaso de ácido; ni a saltar por las nubes como si fueran algodón de azúcar; ni si quiera quise volver a mirar a los ojos a Carlos. Mi alma está maldita para siempre, mis ojos oscuros como el carbón, mi vestimenta negra azabache y mis alas, se han apagado para siempre. 

La maldad de las personas ha acabado dos veces conmigo.

lunes, 8 de junio de 2015

Tú y yo, nuestra historia de dos.



Mis arrugas empiezan a aparecer en la piel, ante mí, todo lo que ha pasado desde que te conocí parece un susurro que se lleva el viento. No me siento a gusto con esta historia de dos. Mis pómulos decaen ante la adversidad de mi rostro. 


He desperdiciado toda mi juventud, como una fuente seca que aclama ser bebida. Quiero volver al pasado, volver a desparecer entre las hojas marchitas de la pasión de nuestras sábanas, cuando la madrugada era el margen que predecía la hora de volver. Quiero volver a sentirme amada, quiero volver a sentirme deseada, quiero volver a sentirme traicionada, quiero volver a sentir.

Cuando me miro en los cristales ya no me reconozco, no soy aquella niña feliz que corría por la granja, ahora solo soy una triste anciana con la cara marchitada. Como una abeja que se lleva el polen de una margarita, tú me quitaste lo único que me hacía sentirme viva.

¿Dónde están aquellas tardes en los que los paseos eran interminables? Miro hacia atrás y no logro verlas. 


Recuerdo cuando las noches eran los días y los días servían como almohadas de sueños, recuerdo cuando el viento chocó por primera vez contra mi pelo, recuerdo cuando el néctar de tu voz dio contra mi ventana por primera vez, recuerdo como comenzó esta triste historia de dos, recuerdo, recuerdo,… solamente puedo recordar.


Nos conocimos de la peor manera posible, una noche de hospital donde el hígado me aviso de que estabas a mi lado, de que no debía beber más, de que mi juventud se había acabado.


Ahora vivo para complacerte, mirando las horas ante el televisor, ahora vivo contigo y con mi amiga soledad, ahora solo estás tu para escuchar mis últimos suspiros, donde sólo llegan los recuerdos, donde se juntan con el olvido.


Ahora, querido tiempo, déjame descansar, ya he vivido demasiado, después de quitarme media vida, llévame en tus brazos en paz.